24 agosto 2006

Dolce Vita

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En esta época estival, la mayoría de los que vivimos rodeados de asfalto acudimos a la costa. Allá donde acudamos no nos quedaremos quietos, nos moveremos y dedicaremos parte de nuestro tiempo a pasear y a observar todo lo que se sale de lo cotidiano.

Raro es el lugar turístico de playa en el que no hay un puerto, o puerto deportivo, como raro es el puerto en el que no hay anclados despampanantes yates que son objeto de las miradas de miles de curiosos. Yo no sé qué se preguntarán ustedes al ver estas embarcaciones pero a mí siempre me invaden las siguientes dudas: ¿Quién será el propietario? ¿Es posible comprarse un yate así a base de trabajo, siendo una persona honrada?.

En los periódicos del verano las páginas de sociedad aumentan. También los programas esos que son exponente de la llamada telebasura. En ellos vemos a ciertos personajes públicos que responden en parte las preguntas que nos asaltan. Muchos de los que pasan sus vacaciones en un lujoso yate son famosos y otros tantos son gente no tan famosa pero con un denominador común: empresarios vinculados al negocio inmobiliario, siendo frecuente ver que entre sus invitados hay políticos.

Me da a mí que en este país todo está corrupto y podrido.


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