Vaya ciudad...
El escaso tiempo que me brinda el fin de semana para dedicar al ocio lo paso en centros comerciales ubicados siempre en las afueras. Hace tiempo que dejé de disfrutar del encanto del centro madrileño porque la masificación y el tráfico lo hacen más que estresante. Pero el Sábado me apeteció ir al teatro y no tuve más remedio que aproximarme al "kilómetro cero" de la ciudad.
Por las razones aludidas, descarté la opción de utilizar mi vehículo y utilicé el Metro, como aconseja el señor alcalde recalcando además que la ciudad está "preparada para ti". Hacía mucho que no utilizaba este medio durante el fin de semana porque ya es suficiente con aguantar apreturas los días de trabajo y pensé que el fin de semana sería distinto. Pero nada más lejos de la realidad.
Ocurrió en Ventas donde previamente había dejado estacionado mi coche. Resulta que la línea 2 tenía tal descoordinación a eso de las 20:00 que me tocó esperar a que me recogiera el tren la friolera (nunca mejor dicho, debido a la temperatura de esa estación) de 9 minutos. Ese tren fue llenándose, estación tras estación, hasta que llegó a Goya donde la gente se agolpaba en el andén intentando entrar. Todo el mundo entraba empujando y, con bastante razón, despotricando. Una absoluta vergüenza.
Hablo de descoordinación porque en el trayecto pude observar que en dirección contraria a la nuestra había un tren por estación por lo que se llegué la conclusión de que debería haber dejado pasar ese tren para montarme en alguno de los siguientes los cuales, presumiblemente, circulaban con frecuencias de 2 minutos, como debe ser.
Pese a todo, hice muy bien porque en las calles del centro pude confirmar que este Madrid ya no es lo que era. No sólo por el crisol de culturas del que tanto se habla últimamente sino por la cantidad de automóviles colapsando todas las calles y formando filas interminables a la espera de que, entre los ruidos de claxon, la barrera del párking se abriera de cuando en cuando.
Por cierto, la obra de teatro muy bien. "Aquí no paga nadie", en el Infanta Isabel. Una interesante visión crítica del sistema que padecemos los curritos. Yo sí pagué: 25€ por cabeza, que hacen del placer de ir al teatro algo que es de frecuencia anual habida cuenta de que ese dinero da para 4 entradas de cine.
La obra terminaba con un cartel de "se vende". Era un miniapartamento de escasos metros por 300.000 euros, porque es lo que se lleva, es a lo que hemos llegado. Ello reforzó mi idea irónica de "Madrid Calidade" y me fui a casa silbando aquella canción de Leño en la que se decía "es una mierda este Madrid que ni las ratas pueden vivir".