18 julio 2005

Roma

Impresíones de un viajero

El aspecto de la ciudad sorprende un poco. No esperaba encontrar una ciudad europea, capital de un país miembro del G-8, con esta apariencia. Las calles empedradas y las fachadas de las casas un tanto estropeadas hacen que Roma parezca una ciudad descuidada aunque yo creo que este aspecto viejo forma parte de ese encanto especial que la caracteriza. No por ello voy a dejar de decir que en algunas calles convendrían algunos arreglos. Imagino que algún día tendrán un alcalde con afán de protagonismo, tipo Gallardón, que sembrará la ciudad de obras y les crujirá a impuestos; aunque de momento eso no ha ocurrido.

En período estival la ciudad es tomada por los turistas entre los cuales hay gran número de españoles, como siempre dando la nota. En cuanto a los italianos que se entremezclan por las calles, son gente muy parecida a nosotros. No sólo en su idioma y en su forma de expresarse. También en lo pícaros a la hora de timar al turista.

Por buscar alguna diferencia en cuanto a carácter, creo que los romanos son bastante más prácticos que nosotros porque, a pesar de contar con unas infraestructuras bastante más precarias que las nuestras, no se observan grandes atascos como los de Madrid. El tráfico es más fluido y es porque en éste destacan las abundantes motocicletas y los vehículos de pequeño tamaño, si bien es cierto que la mencionada fluidez a veces es a costa del pobre peatón que se las ve y se las desea para cruzar incluso cuando el semáforo le invita a ello. Su civismo conduciendo deja mucho que desear.

Al contrario de lo que me habían dicho, encontré un clima muy bueno, algo más húmedo que en Madrid aunque no tanto como en ciudades como Valencia. La temperatura, bastante agradable. Dicen que cuando hay ola de calor Roma es insoportable pero yo tuve la suerte de no padecerla y sé que las olas de calor no son exclusivas de Roma siendo igualmente malas, en Madrid, en Albacete y en Tomelloso.

En principio pensé que iba a una ciudad cara porque al buscar alojamiento me encontré con un amplio abanico de hoteles de aspecto deplorable, con muchas carencias, a precios desorbitados, en torno a los 120 euros diarios (habitación doble incluyendo desayuno). Por otro lado todo el mundo me lo decía: "te vas a gastar una pasta... que Roma es muy cara". Una gran mentira. Qué manía tenemos con criticar lo ajeno sin mirar lo nuestro. En cuanto a los precios mi experiencia me dice que, salvo el tema de los hoteles, en general son iguales que los nuestros. Lógicamente siempre hay establecimientos que se suben a la parra para sacar provecho del turista tonto, o sea, como aquí. Hemos cenado decentemente (ensalada y pasta) dos personas por 24 euros (12+12) y cuando hemos querido algo mejor (osobuco u otras especialidades italianas acompañadas de vino) la cosa no ha pasado de 50 euros (25+25).

Siguiendo consejos de quienes ya habían ido a la ciudad, madrugué para ver los museos del Vaticano. Gran error. Abren a las 9 y desde la 8 hay unas colas inmensas. Al final te tiras 4 horas inmerso en la muchedumbre. Una hora en la cola y tres en el recinto envuelto en la masa humana. A las 12, cuando salí, observé que esa cola había desaparecido. Conclusión: mejor visitar los museos de 12 a 15 y dejar para el principio la visita a la Basílica de San Pedro.

Personalmente opino que algunas zonas de Roma deberían ser reconstruidas, sería bueno que muchas de las estatuas y ornamentas que hoy están en museos o en otras ciudades retornaran a su ubicación natural buscando así una imagen más fiel de lo que fue esta ciudad en el pasado.

En fin, en una de las pocas cosas que acertaron quienes me aconsejaron sobre Roma fue que "es una maravilla, una ciudad que hay que ver".


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