¿son efectivos?
Llega la Semana Santa y en las zonas más cálidas de nuestra geografía ya veremos a los primeros bañistas. Es un momento crucial para más de uno (y sobre todo para más una) porque hay que enfundarse un bañador y el espejo no devuelve la imagen deseada. Comienza así la cuenta atrás. Quedan menos de 100 días para el verano y ¡hay que hacer algo!.
Novedosos aparatos de gimnasia, fajas adelgazantes, cinturones que vibran, pastillas que disuelven las antiestéticas grasas que deforman nuestra anatomía, etc, etc, etc... Algunas empresas, conscientes de esta realidad, aprovechan para ir anunciando sus productos milagro. Esta pequeña industria encuentra un filón en la venta por correo, si bien es cierto que algunos artículos se pueden encontrar incluso en Farmacias.
La libertad publicitaria que tienen los anunciantes para afirmar que estos productos tienen supuestas propiedades terapéuticas es algo que a día de hoy, con el intervencionismo del Estado en temas como la sanidad (véase la ley antitabaco) nos sigue extrañando. Muchas veces vemos estos artículos con la coletilla "demostrado científicamente" o "comprobado en ensayos clínicos" cuando eso no es del todo cierto.
Productos milagro, no obstante, no sólo son aquellos que se centran en procurarnos una figura esbelta. Todos recordamos aquellas pulseras magnéticas que prometían reducir la tensión arterial y ser buenas para el reuma. Asimismo hubo una época en la que se pusieron de moda unos filtros que imantaban el agua evitando, y también disolviendo, los cálculos renales. Y, siguiendo con los adelgazantes, últimamente vemos las "plantillas adelgazantes"; un paseíto todos los días y 8 kilos menos en una semana. ¿Cómo creerse esto?.
El aval, siempre el testimonio de personas que antes tenían un problema y éste se solucionó con el revolucionario producto. Y si esas personas son famosos, mejor que mejor. Y es que los intereses económicos en muchas ocasiones se anteponen a las normas éticas.
Los medios publicitarios deberían colaborar cuidando no sólo las noticias que dan sino también la inserción de ciertos anuncios. Pero esto es complicado porque no es viable que un medio de comunicación se pare a investigar, producto por producto, si es ciertamente efectivo o si ha sido testado con medios objetivos. Además, es precisamente la publicidad un elemento que supone buena parte de los ingresos.
El Consejo General de Colegios Oficiales de farmacéuticos ha creado un Centro de Detección de Productos Milagro con el fin de evitar, al menos, que estos productos se vendan en Farmacias.
Por tanto, queda en manos de las autoridades la función de controlar este mercadeo.